Un anciano descansa a los pies del árbol, el río corre entre sus pies y el aire agita sus pensamientos.
Parece que no está en su cuerpo.
A lo lejos parece una estatua triste, solo iluminada por los destellos del sol sobre el agua.
Todo es dorado, todo es pasado.
Su mirada se encuentra perdida en algún lugar dentro de su cabeza, en algún momento donde él pudo detener el tiempo.
Y recuerda.
Yo le miraba desde lejos, entre el olor a humo y flores, sin que él supiera que a mí también me había detenido el tiempo.
-Silencio, no le puedo escuchar.-
Y como él, yo también miré a sus recuerdos. Solo oía mi propia respiración, e imaginé, y le vi allí.
El tiempo no solo le robó personas, caricias o deseos, también le mantiene condenado como la estatua que es hoy, sin poder huir.
Gris.
Él sigue esperando lo que sabe que va a llegar. Él sigue cayendo donde hace años fue feliz, y se queda a vivir allí, mirando, recordando.
No le dejen de mirar, de sentir que está ahí, o desaparecerá del todo.